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ESPERANZA,ALEGRÍA Y PAZ
El Adviento es el tiempo de preparación para la llegada de la Navidad y el nacimiento de Jesús. Es un periodo de cuatro semanas dentro del Calendario Litúrgico de la Iglesia Católica.
La palabra Adviento proviene del latín ad-venio, que significa venir o llegar. Con este periodo inicia el año litúrgico de los católicos.
La Corona de Adviento proviene de una tradición pagana de Europa, en la cual se encendían velas durante el invierno para representar al dios fuego del Sol, a fin de que regresara con su luz.
Los primeros misioneros retomaron esta tradición para evangelizar.
CICLO LITÚRGICO
A inicios de diciembre de 1531, la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego mientras caminaba por el cerro del Tepeyac hacia la Ciudad de México, y le dijo: “Juanito, el más pequeño de mis hijos: yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en mí confíen. Ve donde el señor obispo y dile que deseo un templo en este llano. ¡Anda y pon en ello todo tu esfuerzo!”.
LIBROS Y DOCUMENTOS DIOCESANOS
MENSAJE DE LOS OBISPOS DE MÉXICO POR EL DIA MUNDIAL DEL AMBIENTE
CARTA APOSTÓLICA APERUIT ILLIS
«Pablo está en la cárcel» y «se dirige a los cristianos con este —podemos decir— “himno” a la unidad» ha indicado el Pontífice describiendo la escena antes de detenerse sobre un aspecto en particular: la soledad del protagonista. «Él – ha constatado – está solo. Un poco antes de este pasaje, se lamenta: “Me han dejado solo”. Después dice a Tito: “En mi primera audiencia delante del juez nadie me ha asistido”. Solo. Y esta soledad de prisionero condenado a muerte ya seguramente, le acompañará hasta Tre Fontane», donde «morirá solo, porque los cristianos están demasiado ocupados “en el frente interno”, en las luchas internas».
Por eso, ha señalado el Pontífice, «Saulo toma lo mejor de sí en este pasaje» sacando todas las energías que le quedan «para hacer referencia a la unidad, para hacer referencia a la dignidad de la vocación: “Comportaos de manera digna con la llamada que habéis recibido”. Hacia la unidad». Por otro lado, «el mismo Jesús, antes de morir, en la última Cena, pidió al Padre la gracia de la unidad por todos nosotros: “Que sean una sola cosa, como tú y yo, Padre”». Y esto contiene una lección también para la humanidad de hoy. Una lección que Francisco ha propuesto de nuevo actualizando la reflexión: «Nosotros estamos acostumbrados a respirar el aire de los conflictos. Cada día, en el telediario, en los periódicos, se habla de los conflictos, uno detrás del otro, de guerras, sin paz, sin unidad, el uno contra el otro». Hasta el punto de que, ha sido su denuncia, «incluso si se hacen pactos para detener un poco cualquier conflicto, como decía un sabio: “Los pactos se hacen para deshacerlos después”. Y así lo que ha sido firmado hace diez años, después se dice: “No, ya no vamos adelante con este pacto”». De esta manera, para ir adelante están «la carrera armamentística, la preparación a las guerras, a la destrucción». Con el resultado, ha hecho notar el Papa, de que «también las instituciones mundiales —hoy vemos— creadas con la mejor voluntad de ayudar a la unidad de la humanidad, por la paz, se sienten incapaces de encontrar un acuerdo: que hay un veto de aquí, un interés de allá… Y les cuesta encontrar los acuerdos de paz». En todo esto sin embargo, ha advertido Francisco, «mientras tanto los niños no tienen para comer, no van al colegio» y no son «educados; no hay hospitales porque la guerra destruye todo». En definitiva, «hay una tendencia nuestra a la destrucción, a la guerra, a la desunión». Y «es la tendencia que siembra en nuestro corazón el enemigo, el destructor de la humanidad: el diablo».
He aquí la perenne validez de la enseñanza paulina, que «aquí, en este pasaje —ha comentado el Papa— nos enseña el camino hacia la unidad». De hecho afirma que «la unidad está cubierta, está “blindada” —podemos decir— con el vínculo de la paz». Es decir, ha aclarado Francisco, «la paz lleva a la unidad». Para alcanzarla, el apóstol «nos enseña un camino sencillo: “Comportaos de manera digna con la llamada que habéis recibido, con toda humildad, paciencia y mansedumbre”».
Estas son entonces las «tres cosas» indicadas por Pablo «para hacer la paz, la unidad entre nosotros: “humildad, paciencia —nosotros que estamos acostumbrados a insultarnos, a gritarnos… paciencia— y mansedumbre”». Como para decir: «Déjalo pasar, abre el corazón».
Pero, se ha preguntado el Pontífice, «¿se puede hacer la paz en el mundo con estas tres pequeñas cosas»? La respuesta solo podía ser afirmativa: «Sí, es el camino. ¿Se puede llegar a la unidad? Sí, por ese camino: “humildad, paciencia y mansedumbre”». Y si como «Pablo es práctico», en el pasaje bíblico «continúa con un consejo muy práctico: “soportaos unos a otros en el amor”. Soportaos los unos a los otros». Un consejo que «no es fácil» concretizar en la cotidianidad. El Papa se ha dicho favorable, haciendo notar «que siempre sale el juicio, la condena, que lleva a la separación, a la distancia. Cuántas veces —ha observado— uno pregunta a una persona: “¿Cómo va tu familia? ¿Cómo van tus primos?” “No, no, nosotros estamos distanciados…” Y el diablo está feliz con esto. Es el inicio de la guerra, porque no sois capaces de soportaros».
Insistiendo en el origen “doméstico” de los conflictos, el Papa ha subrayado como esta dimensión es «una cosa que empieza por la mañana, cuando nos levantamos, y termina por la noche cuando vamos a la cama». Por eso es necesario «soportarnos, porque todos nosotros damos motivos de fastidios, de impaciencia, porque todos nosotros somos pecadores, todos tenemos nuestros defectos. Pero soportar: es un camino bonito, sencillo, teniendo en el corazón: “¿Por qué hacéis esto?” dice Pablo, “teniendo en el corazón conservar la unidad del espíritu por medio del vínculo de la paz”. Si yo quiero conservar la unidad, debo hacer estas pequeñas cosas, no hay grandes recetas». Prosiguiendo en el comentario al pasaje paulino, el Papa después ha explicado que el autor de la carta a los Efesios «sigue adelante, seguramente bajo la inspiración de las palabras de Jesús en la última Cena: “Un solo cuerpo y un solo espíritu, como una sola es la esperanza a la cual estáis llamados, esa de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, obra por medio de todos y está presente en todos”». Por tanto Pablo «se entusiasma y va adelante: y de la paciencia, de la humildad, de la mansedumbre, después va adelante y nos hace ver el horizonte de la paz, con Dios; como Jesús nos ha hecho ver el horizonte de la paz en la oración: “Padre, que sean uno, como tú y yo”. La unidad. Y así se va adelante paso a paso». Refiriéndose después al pasaje del Evangelio del día, tomado de Lucas (12, 54-59), el Papa ha constatado lo práctico que es «Jesús con este consejo que hemos escuchado: “Cuando vas con tu adversario delante del magistrado – pelear – a lo largo de camino trata de encontrar un acuerdo con él”». Y ha definido el de Jesús como un «buen consejo», porque «no es difícil encontrar un acuerdo al principio del conflicto. No es difícil». Basta pensar al respecto en «los esposos, cuando pelean, también cuando vuelan los platos, y hay viento de tormenta en casa»: en esas situaciones de hecho, «el mejor consejo para darles es: “Sí, sí, sí, tirad todos los platos, pero no terminéis el día sin hacer las paces”. ¿Por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es peligrosísima. El consejo de Jesús: poneos de acuerdo al principio, haced la paz al principio: esto es humildad, esto es paciencia, esto es mansedumbre. Se puede construir la paz en el mundo entero con estas pequeñas cosas, porque estas actitudes son las actitudes de Jesús: humilde, manso, perdona todo».
De aquí la oración final de Francisco: «El mundo hoy —ha concluido— necesita paz, nuestra sociedad necesita paz. Empecemos por casa para practicar estas cosas sencillas: mansedumbre, paciencia, humildad. Vamos adelante por este camino del siempre hacer la unidad, consolidar la unidad». Con el deseo de «que el Señor nos ayude en este camino».
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El tema del fin del mundo ha estado siempre presente, de alguna manera, en la mente de los seres humanos. Basta con poner en cualquier buscador de internet el tema “fin del mundo” y saldrán miles de referencias. La Palabra de Dios, que la liturgia nos propone este domingo, nos invita a vivir sin miedo al futuro, confiando en la providencia de Dios.
El año litúrgico va llegando a su fin, y en estos tres últimos domingos reflexionaremos sobre la muerte, o el paso a una vida diferente. La palabra de Dios nos invita a reafirmar nuestra fe en la vida eterna, a creer en Jesucristo, porque él es camino, verdad y vida. La Iglesia, no pretende acorralar entre miedos y amenazas la libertad del ser humano, pero no calla sobre la suerte feliz o infeliz que a todos nos espera después de la muerte, en la casa del Padre, en la que Jesús nos espera.
El Domund es una fecha en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”.
La Iglesia tiene la tarea o misión de llevar el Evangelio a todo el mundo. Llamamos “las misiones” a los territorios donde esa misión está comenzando y por eso es necesaria la ayuda personal de los misioneros y la ayuda económica de la Iglesia universal.
Las Lecturas de hoy nos hablan de dos sanaciones: una narrada en el Antiguo Testamento -la del leproso Naamán- y otra del Nuevo Testamento -la de los diez leprosos. Con motivo de estos textos es bueno referirnos a las maneras en que Dios puede sanar. Vemos cómo en la Primera Lectura (2Re. 5, 14-17) el Profeta Eliseo pide al Naamán que vaya a bañarse siete veces en las aguas del río Jordán y, luego de hacerlo -dice la Escritura- “su carne quedó limpia como la de un niño”.
Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad
¡Padre Santo! te pedimos por los jóvenes,
que son la esperanza del mundo.
No te pedimos que los saques de la corrupción
sino que los preserves de ella.
¡Padre! No permitas que se dejen llevar
por ideologías mezquinas.
Que descubran que lo más importante
no es ser más, tener más, poder más,
sino servir más a los demás.
¡Padre! Enséñales la verdad que libera,
que rompe las cadenas de la injusticia,
que hace hombres y forja santos.
Lecturas del Viernes 1 de Noviembre de 2019
(30ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 5, 1-12
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: